"La dueña me pregunta si puedo volver. Respondo que sí y a los cinco minutos estoy en su puerta tocando el timbre. Me dice que le di dinero de sobra en la cuota del alquiler. En realidad, le pagué exactamente lo que yo creía que correspondía. Pero pensé mal. O para el caso...pensé demás. (Si no serán los pensamientos lo que más en vicio se va!) Entramos al comedor con el propósito de recontar los fajos que ella separó de a mil pesos. Halago su mesada pulcra, los estantes siempre ordenados y las mantillas circulares prolijamente desplegadas sobre las mesas de arrime. Me señala contenta la peladora eléctrica que le trajeron de Europa. -Con esa ayuda cocinar será más facil- celebramos. Resuelto el malentendido y con unos billetes de nuevo en el bolsillo del pantalón, camino lento hacia la puerta de entrada. Pero antes de cruzar el pasillo ella interrumpe mi saludo de despedida. Que no me vaya todavía; quiere que me lleve algo. Vamos juntas hasta el jardín y corta una rosa que me entr...
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