Un árbol en el centro del corazón o qué sabemos de los efectos de la oxigenacion.
el del arco de la entrada de la casa de la cuadra mas linda
en la calle san martín,
juega un campeonato de pulseada con la muerte.
Ya el
rocío de madrugada anota unos puntos a favor de los capullos alborotados. La
brisa matutina ejerce su fuerza cual bíceps; así también actúa el alba que los
abre en flor.
Pero más tarde llega horapico y complica la partida: caños
de escape se despliegan en estratégica humareda y arrasan con todo espacio
disponible. De la calle a las veredas, de veredas a los parques, del cemento al
cielo y los cuatro puntos cardinales. Cada milimétrico hueco entre las hojas
del jazmín, invadido por los gases contrincantes.
La presión que ejercen es
despareja pero aplastante; por lo que el puño blanco y cerrado de la naturaleza
se quiebra en ángulo de 95 grados.
La trepadora lucha por mantenerse erguida; hasta los
pimpollos más jóvenes se contraen para sumar toda resistencia posible pero es
en vano, no queda aire libre.
Si los tres colectivos que se divisan en la otra manzana
compartieran recorrido y avanzaran sin pausa; si el motoquero que se acerca
detuviera la marcha justo en frente de la planta y quemara goma en la retirada,
bueno, esa sería la última palanca. Pero no pasa. Dos de
esos colectivos doblan antes en la esquina y la moto no frena ni nada
porque el semáforo cambia a verde enseguida y la estampida de autos arranca.
A la vista quedan el asfalto agrietado, la brea caliente;
las viejas manchas de aceite. A la izquierda, la inflorescencia late, bajito,
con sus sépalos apuntando hacia el este. Es casi mediodía...
En ese mismo momento pero cien metros atrás y en sentido
perpendicular a este desfile de hienas que se alimentan a nafta y se ladran a
bocinazos estoy yo cruzando la calle.
Apuro mis pasos frente a una berlingo y
después entre un peugeot 306 y un camión de mudanzas. Agradezco la vitalidad
física; el trote eficaz que me arrima al siguiente cordón. Corro y no es un
antes a donde llegar, es más bien un quién que pasa primero. Me adelanto al
primer embrague para preservar mi integridad pulmonar. Acelero yo antes que
ellos.
Como si mi nariz sólo respirase para adelante...
Como si mi espalda erigiera muros al andar...
El cuerpo sabe las mentiras. La mente rara vez las hace
conscientes. La boca no las dice nunca.
Pobre de nosotros que no nos damos sólo lo mejor. Pobre de
nosotros que hasta el aire.
Aun faltan unos metros hasta el arco de la casa de esa
cuadra pero el aroma ya se siente, ya rodea, ya conmueve. Doy por ganada la
partida. Victoria para el jazmín. Entristezco.
¿Victoria para el jazmín?
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