De lo que sería la existencia si no afectásemos todas las cosas que se topan con nosotros
Una araña, tres inviernos. En la esquina de mi habitación perece, el cadáver seco, replegado de una araña. Nunca aplastada, nunca barrida, nunca matada. No hubo en su nacimiento nuestros ojos No hubo en su destino nuestras manos. Permaneció. Simplemente la dejamos.